El
pasado 12 de febrero se cumplían cincuenta años del estreno en los
Estados Unidos de la película de John Frankenheimer “Siete días
de Mayo”. Se trata de una película muy controvertida, tanto por su
temática, un ficticio complot militar para derribar a un presidente
democráticamente elegido, en la que se supone “democracia” más
antigua de la modernidad, como por el no menos inquietante trasfondo
histórico-político en que se fragua la película.
La
película está basada en un guión de Rod Serling (uno de los
guionistas de la aclamada serie de ciencia ficción “Twilight
zone”) , a partir de la novela homónima de la pareja de periodistas
Fletcher Knebel y Charles Bailey II escrita en 1962. La novela se
inspira vagamente en un hecho real: la destitución forzada del
general conservador y héroe de la guerra de Corea Edwin Walker por
criticar la política de la administración Einsenhower en 1959 en
materia de derechos civiles. Einsenhower destinó a Walker alemania
pero éste siguió criticando la política del presidente, por lo
que finalmente tuvo que abandonar la carrera militar para iniciar una
carrera, poco exitosa, en política pero muy mediática, donde continuó
sus diatribas ultraderechistas contra la política de integración
racial de la administración Kennedy.
La
película se estrenó pocos años después de la famosa
crisis de los misiles en Cuba, que estuvo a punto de llevar al planeta
a una conflagración nuclear de imprevisibles consecuencias. En medio
de este contexto y con un reparto de actores de primer nivel (Ava
Gardner, Burt Lancaster, Kirk Douglas, Frederich March o Edmond
O'briend...), la película tenía todos los ingredientes para lograr, si no un éxito comercial abrumador (el espectador americano es
generalmente bastante conservador políticamente en sus gustos
cinematográficos), sí al menos un gran éxito por parte de la
crítica. Sin embargo no fue así en los estados unidos, donde el
cine de la llamada generación de la televisión , a la que se
adscribía Frankenheiemer , era calificado de descuidado en lo formal
y excesivamente procaz en sus planteamientos argumentales. El cine de
la llamada generación de la televisión ( Arthur Penn, Sam
Peckinpahn, Frankenheimer,…) apostaba por un cine de contenidos
muy comprometidos con la realidad del país, ( lucha por los derechos
civiles, la contrvertida guerra de vietnam.etc.. ) y sobre todo con
la llamada era Kennedy, que coincide con una época de cambios en los
político y lo social. El mccartysmo llegaba a su fin y el código
hays, que condenaba temáticas e imágenes como indecorosas e
inadecuadas para el “sano” espíritu americano, quedaba obsoleto.
La película corrió mejor suerte en Europa, donde ganó el premio
David di Donatello 1964 al mejor actor extranjero (Fredric March) y
el Premio Bodil 1965 a la mejor película no europea (John
Frankenheimer).
El
argumento de la película nos sitúa en plena guerra fría (la
novela habla de 1974, en la película vemos relojes digitales que
indican que estamos en 1970), cuando el presidente ficticio de los
USA Jordan Lyman (Frederick March) acaba de firmar un tratado de
desmantelamiento del arsenal atómico con la URSS. Este hecho ha
provocado una profunda conmoción en la sociedad americana, que se
haya muy dividida por dicha circunstancia , con la mayoría de la
población en contra de la medida y alineada en favor de las tesis
críticas del general, jefe del estado mayor del ejército James
Matton Scott (Burt Lancaster). En medio de este clima de
confrontación política de un parte de los mandos militares contra
la administración civil, el coronel de inteligencia Martin Jiggs
Casey (Kirk Douglas), al servicio de Scott, empieza a reunir una
serie de evidencias ( la existencia de una unidad oculta la ecocom,
reuniones de scott con senadores y mandos militares en
clandestinidad, una orden cifrada de ataque escondida tras unas
apuestas de caballos…) que le llevan a pensar que un golpe de
estado militar se está preparando para deponer al presidente
constitucional con ocasión de unas maniobras militares que se van a
desarrollar el 17 de mayo en Mount Thunder (real Mount weather Virginia). Casey informa al presidente, quien ayudado por Casey y
sus más directos colaboradores como el senador Ray Clark (Edmond
O´Briend) o el asesor presidencial Paul Girard (Martin Balsam)
tiene siete días para encontrar evidencias que demuestren la
existencia real del golpe de estado.
A
la hora de analizar cualquier película, siempre es posible hacerlo
desde dos perspectivas. Una, que podríamos denominar “historicista”,
consiste en tener presente el trasfondo genético o socio-político
en el que surge la propia película. Otra, estructuralista,
consistiría en considerar a la película de un modo
auto-referencial, como un hecho en sí mismo y valorar las relaciones
sintácticas que se establecen entre los elementos semióticos del
film. Este es un tema controvertido en la crítica y en la teoría
cinematográfica.
En
el caso de “Siete días de mayo” es imposible concebir la película
sin hacer mención a su trasfondo histórico. Junto a éste, también
hay un trasfondo teórico que subyace y que consiste en el magnífico
análisis que se hace en la película de un tipo político (en
terminología de Max Weber) como es el de la acción política
violenta o la teoría de los golpes de estado. Mi tesis es que
Frankenheimer va más allá de la adaptación de una novela de éxito
y quiere denunciar el juego sucio de los militares a la
administración de su amigo personal JF Kennedy. "Siete días de
Mayo," junto con "Z" de Costa Gavras y la menos
conocida "Taps, más allá del valor" de Harold Becker ,
tratan de una manera verdaderamente sobresaliente el problema de la
subordinación del poder militar a los dictados constitucionales. Aquellos que exigen a los militares obedecer la voluntad popular manifestada a través de las leyes. En un estado constitucional, apelaciones a criterios normativos como son lo de justicia, nación o seguridad no pueden servir de pretexto para que las autoridades militares se arroguen la exclusiva potestad de interpretar cuáles deben de ser los designios del Estado.
En
la administración Kennedy existía bastante recelo sobre la postura
ideológica de no pocos mandos militares. Las fuerzas armadas
estadounidenses distaban mucho de gozar de una alta oficialidad
impecablemente democrática. Algunos importantes generales habían
dado serias muestras de un extremismo que rayaba en la extrema
derecha, cuando no podía calificarse directamente como tal. Esto era
algo que no se le escapaba ni a Kennedy ni a otros políticos
sensatos. Por otra parte, en la propia administración Kennedy se
recelaba cada día más del poder paralelo, que escapaba del poder
presidencial de ciertas agencias federales como la CIA. No resulta
casual que, en el momento en que Lyndon Johnson sustituye a Kennedy
como presidente interino el 26 de noviembre de 1963, éste firmara el
protocolo NSAM 273, por el que se revocaba la política de kennedy
de desmantelamiento de las agencias paralelas y secretas que
circulaban por los mentideros del Pentágono.
Frankeihemer, con su película, realiza una auténtica alegoría de la
derechización de las cúpulas militares americanas y advierte del
peligro de que la constitución americana de 1787, de solo 7
artículos, devenga en una constitución semántica, en terminología
de Loewenstein. De hecho, la película comienza con un barrido que va
recorriendo los 7 artículos de la constitución americana, que se ven
“amenazados” por siete números que se van superponiendo sobre
cada uno de dichos artículos. Tampoco es muy difícil no pensar en
el exgeneral Walker cuando el personaje del coronel Casey (Kirk
Douglas) está en su casa viendo por televisión el discurso de
clara estética fascista del general Scott ante una convención
republicana.
Un
poco como defendía Leo Strauss, a la hora de valorar la obra de los
grandes filósofos políticos, hay en la obra “ Siete días de
mayo” algo más que una simple adaptación de un best-seller de
ficción, hay un auténtico mensaje esotérico de denuncia de un
estado de cosas en la Casa Blanca.
Las
interpretaciones resultan prodigiosas, en especial la de Burt
Lancaster en el papel del derechista general Scott, que puede servir
para ejemplificar una verdadera teoría del “coup de etat,” tal y
como se concibió tal categoría, por el creador de la expresión
francesa, el pensador libertino y padre de la biblioteconomía
moderna Gabriel Naudé quien, en 1639 y de forma anónima, publicó
una obra llamada “Consideraciones políticas sobre los golpes de
estado” que viene a justificar la idea del autogolpe y la violación
flagrante de la ley por los propios gobernantes si la “salux
publica” así lo exige. Esta es la peligrosa concepción que
subyace a una buen parte de la ideología de los pronunciamientos
españoles militares del XIX, los sudamericanos del XX o la propia sublevación militar del 18 de
julio en España. El discurso final del general Scott (Burt Lancaster)ante el
presidente Lyman (Fredrich March) es una buena prueba de ello. En
definitiva “Siete días de mayo” es un clásico que no envejece.
FICHA TÉCNICA
Título
original: Seven
Days in May
Año: 1964
Duración: 120
min.
País: Estados
Unidos
Director: John
Frankenheimer
Guión: Serling (Novela: Fletcher Knebel & Charles Waldo Bailey II)
Música: Jerry
Goldsmith
Fotografía: Ellsworth
Fredricks (B&W)
Reparto: Kirk
Douglas, Ava Gardner, Burt Lancaster, Fredric March, Edmond O'Brien,
Martin Balsam, George Macready, John Houseman, Hugh Marlowe
Productora Seven
Arts/Joel Productions
Género: Intriga/Política. Guerra Fría.
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