Robert Wise (1914-2005)
es un director de películas muy famosas y reconocidas para el gran
público (“Sonrisas y lágrimas”, “ West Side Story “, “El Yang Tse en llamas”, “Ultimátum a la Tierra”, “Star Trek:
la película”...) , sin embargo muy pocos son los que asociarían
su nombre al de los más grandes como Orson Welles, John Ford,
Howard Hawks,Chaplin, Scorsese etc... Ello es debido en buena
parte al gran desconocimiento que existe sobre su obra, que abarca
casi la totalidad de los géneros cinematográficos y que se extiende
durante cuatro décadas: desde sus modestos comienzos en la RKO, de
la mano de su maestro Val Lewton, hasta la dirección de grandes
superproducciones en los 60's y los 70's.
Tampoco Wise ha gozado
del beneplácito de la crítica, especialmente la francesa, que desde
sus orígenes cahieristas etiquetó su cine como carente de
personalidad, excesivamente comercial y poco arriesgado, en un momento
en que se estaba desarrollando la modernidad cinematográfica, expresada a través de los nuevos cines europeos, dentro de los
cuales la Nouvelle Vague se constituía en paradigma del denominado
cine de autor. Dicho cine exigía un pleno control por parte del
director del resultado de su obra, incompatible con la costumbre de
los grandes estudios hollywodienses de negar el final cut al
director. Dicho cine exigía también que cada película revelara
una personal y particular visión del mundo por parte de su autor.
Cada cineasta debía ofrecer un ideologismo coyuntural y elitista
para ser catalogado de verdadero creador. El cine debía entenderse
según las particulares convenciones de los Resnais (muy influido
por las filosofías postestruturalistas) o los Goddard (con su peculiar
visión del Maoísmo). Como las películas de Wise no tenían
“mensaje”, o si lo tenían, éste resultaba demasiado obvio y era expresado de manera poco esotérica como para confiar su exégesis a los
arcanos-críticos, verdaderos custodios de las esencias del cineasta
en cuestión.
A causa de esto se
generalizó la idea, perdurable en buena parte de la crítica actual,
de que Robert Wise era un cineasta competente en lo técnico, muy
prolífico, bien relacionado con la industria, poco rebelde y sólo
epidérmicamente comprometido con la realidad de su tiempo. Wise en
expresión de estos críticos sería un artesano. El origen de esta diferenciación residiría en último término en otra mucho más antigua, la que se establece entre “tekne y episteme”, propia la filosofía
griega, y que alude a la diferencia entre un saber orientado a la
producción de un resultado concreto, esto es un saber meramente
instrumental y meramente empírico, frente a un saber meramente
contemplativo y abstracto. En definitiva, se trataría de llevar dicha
distinción al ámbito cinematográfico para distinguir entre
verdaderos cineastas, más orientados a la dignificación del cine
como verdadero arte, frente a los meros directores, que como
artesanos, se dedicarían a la producción de películas como
objetos de consumo masivo.
A mi juicio, se trata de
una polémica caduca, propia de un momento temporal determinado,
fruto del “divismo” de ciertos directores, los de la “nouvelle
vague” que hicieron una personal interpretación de la historia del
cine. Fuera de dichas coordenadas temporales, la distinción carece
de todo valor.
Incluso aceptando que
Wise no pertenece a la modernidad cinematográfica, sino que su cine
pertenece mayoritariamente a lo que Noel Burch llama el MRI (Modo de
Representación Institucional), su cine presenta unas características
propias que lo diferencian y lo singularizan claramente.
La diversidad de géneros
en Wise, (melodrama, western, cine bélico, terror y fantástico,
épico, comedia, musical, ciencia ficción, cine negro...) más que
obedecer a una falta de personalidad creativa o a exigencias de la
propia industria del cine, reflejaría un gran competencia técnica, frente a aquellos cineastas orientados a un determinado
tipo de cine (Douglas Sirk, Budd Boetticher o Sam Peckipah...), incapaces de trascender su propio ámbito especializado.
Ciertamente Wise no llegó
a dominar los códigos y convenciones propias de cada uno de ellos,
tampoco, salvo en el caso del musical o la ciencia ficción, logró
re-inventar ninguno de ellos. Sin embargo en todos se desenvolvió con solvencia, fruto de su aprendizaje como montador en la
RKO.
Otra característica del
cine de Wise es haber creado escuela. Un director como Steve
Spielberg reconoce su deuda de gratitud hacia el de Indiana y
sitúa a “Ultimátum a la Tierra” como de una las referencias
obligadas para la creación de su gran éxito "E.T" . Si vemos las dos
películas, los paralelismos son claros, alienígenas objeto de
persecución y la utilización de niños como metáforas de una nueva
humanidad, menos agresiva y territorial. Tampoco el cine boxeo, con
obras cumbre como “Fat City” de John Houston o “Toro Salvaje”
de Martin Scorsese, se podría entender sin el magisterio de Wise , a
través de dos películas capitales en el cine de boxeo como son “
The set up” o “ Marcado por el odio”.
Como hemos dicho el cine
de Wise no es un cine conceptualista, abstracto o especialmente
discursivo , sin embargo no es cierto que su cine no tenga “mensaje” o no esté comprometido con la realidad de su tiempo. De
hecho, una de las características de sus películas es su mirada,
nada complaciente, con algunos de los temas de más candente
actualidad en la sociedad americana, de hecho su visión sobre muchos
de ellos, especialmente en lo formal (la manera de contar el
“conflicto”) es marcadamente periodística. Wise siempre fue un
periodista frustrado y la denuncia de muchos de los males de la
sociedad americana de su tiempo (racismo, el papel de la mujer, la
corrupción, la delincuencia, la guerra de Vietnam, la pena de
muerte etc ...) se realiza de una manera eminentemente periodística.
Ya sea por que los periodistas están muy presentes en su cine, véase
el protagonismo de su gran obra de film noit, “La ciudad cautiva”
o el papel de la prensa, como generadora de discursos de verdad y
culpabilidad en el sentido más foucaultiano en “Quiero vivir” o
bien en la manera en que la historia es narrada, en claro formato
periodístico como son los casos de su film épico en la línea del
cine de desastres, tan en boga en los 70's, “Hindenburg” o en el
biopic sobre la actriz y bailarina inglesa Gertrud Lawrence en
“Star”.
Wise fue también capaz
de trascender los códigos genéticos de muchos de los géneros
cinematográficos para incorporar precisamente ese tono de denuncia.
Esto es especialmente claro en su obra maestra “Ultimátum a la Tierra”, de muchas lecturas, donde los esquemas de la ciencia
ficción son alterados, con una ambientación muy naturalista y
realista, para precisamente denunciar las raíces del racismo en el
miedo a lo desconocido. Wise también utilizará el western en
“Entre dos juramentos” para realizar una desgarradora mirada
sobre las raíces del racismo en la sociedad americana, a partir de hechos reales
acaecidos en 1864, cuando un grupo de soldados confederados se
debaten entre la lealtad a su causa y el deber de servir bajo bandera
de la unión.
Se suele argumentar que
Wise no merece un lugar destacado en la historia del cine, porque a
diferencia de Murnau, Ford, Hawks, Hitchcock o Welles no hizo avanzar
el cine, ni en lo temático o conceptual ni tampoco en lo formal. Es
cierto que Wise no hizo el uso magistral y verdaderamente
revolucionario de la profundidad de campo como el maestro del
suspense o Welles, ni el desarrollo narrativo de sus películas es
tan osado como en este último. Incluso se podría atribuir una buena
parte de la competencia técnica al magisterio del de Wisconsin o al
del mismo Val Lewton. Sin embargo en el ámbito del arte y del
pensamiento, como muy bien señalara el pensador Gilles Deleuze, no
se debe proceder según clasificaciones genético-evolutivas, de
forma que veamos a cada artista como una superación de su anterior
en una especie de línea de progreso hacia el infinito. De hecho
Deleuze decía a propósito del pintor Bacon que “cada pintor
resume a su manera la historia de la pintura..” en su obra Francis
Bacon la lógica de la sensación. Así, cada artista, cada cineasta
estaría en la búsqueda de reinterpretar aquello que lo precede,
dándole con ello un sentido enteramente nuevo. Esto es lo que
consigue, a mi juicio, Wise con el magisterio recibido por sus
maestros Welles y Val Lewton.
Un aspecto que, a mi
juicio, no se ha destacado normalmente a la hora de hablar de Wise
como cineasta es el papel que desempeña la ciudad de Nueva York
como escenario perfecto en el que muchas de sus historias están
contadas. Incluso en algunas de las consideradas como obras menores
del autor, tipo “Cualquier día , en cualquier esquina” o “Encuentro en Marrakech”. Normalmente, cuando se habla de Nueva York
en el cine son los nombres de Scorsese o Woody Allen los que nos
vienen a la cabeza. Sin embargo el paisaje impersonal, a veces
amenazante, a veces desvencijado, otras majestuoso de la skyline
neo-yorkina es el perfecto reflejo de muchos de los conflictos
dramáticos que aparecen en el cine de Wise. Ya sea el conflicto
racial en “West side story, el vacio existencial de los personajes
en “Cualquier día en cualquier esquina”, la sordidez y la
desesperanza en “Apuestas contra el mañana” o la incertidumbre
vital en el final de “Encuentro en Marrakech”.
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