Sin novedad en el frente es, sin duda, una de las mejores péliculas bélicas de la historia. Basada en una novela homónima del literato alemán Erich Maria Remaque, nos cuenta el fin de la inocencia de unos jóvenes alemanes que acuden ardorosamente a filas cuando estalla la I Guerra Mundial. Una vez en el frente verán como la guerra tiene una faz mucho más cruel e inhumana de la que les habían narrado los libros y sus profesores. La película causó una gran conmoción en su estreno por la fideligna representación del horror de la trincheras en la gran guerra, de hecho se usaron extras que eran antiguos combatientes y se buscó tal verosimilitud que se propagaron infecciones entre los extras durante el rodaje de las escenas de la vida en el frente. La cinta tampoco estuvo exenta de controversias y fue prohibida en varios países como Australia, porque se consideraba que atentaba gravemente contra el amor a la patria, ese que lleva a los hombres a dejar sus vidas por intereses tan innobles como la ambición territorial, querellas dinásticas o la exterminación de pueblos. En Alemania, la película no gustó nada a los nazis que boicotearon su estreno soltando ratas en los cines donde se exhibía.
Más allá de estas controversias más o menos episódicas, nos encontramos con una película que se enmarca en el transición del silente al sonoro, de hecho la universal, su productora, rodó dos versiones una muda con efectos de sonido que le conferían un gran realismo (ruido de bombas y ametralladoras...) y otra dialogada para la que se contó con la colaboración del, entonces poco conocido, George Cukor como asesor en la redacción de los diálogos. Este origen silente del filme se manifiesta en varios momentos de la película donde los actores gesticulan en exceso, es especialmente significativo en las escenas de batallas donde la acción está artificialmente acelarada. Pero donde es más manifiesto, es en la célebre escena de la arenga del profesor Kantorek (Arnold Lucy) compuesta sobre una yuxtaposición de primeros planos que nos muestran los muy expresivos rostros de los alumnos que manifiestan una exhaltación patriótica que no se hubiera podido ofrecer por medio de diálogos en una época tan temprana del sonoro. El montaje es de clara inspiración soviética, la mano de Kulechov está muy presente, e influyó notablemente en el director de origen ucraniano Lewis Millestone (Leib Millstein) quien realizó otra soberbia pelicula bélica en tono de comedia por el que ganó el otro oscar de su carrera "Hermanos de Armas" 1928.
Lew Ayres/Paul (Belinda 1948) está sensacional en su papel de soldado desilusionado y transformado pro la guerra, de hecho la escena final de la película, aunque no rodada con él, pero si con su personaje es de una gran belleza poetica, cuando Millestone jugando magistralemente con el fuera de campo nos muestra como una mano que pretende atrapar a una mariposa es abatida por un soldado francés.
La película tiene un gran valor, primero histórico ya que nos acerca a los primeros días de la infancia del cine sonoro y en segundo lugar nos ofrece una visión pedagogica de los horrores de la guerra y de la inutilidad de la misma para dirimir, conflictos más artificiales que reales en la mayoría de los casos.
Ni que decir tiene que los dos oscars que obtuvo en la categoría de producción y dirección son sobradamente merecidos.
Más allá de estas controversias más o menos episódicas, nos encontramos con una película que se enmarca en el transición del silente al sonoro, de hecho la universal, su productora, rodó dos versiones una muda con efectos de sonido que le conferían un gran realismo (ruido de bombas y ametralladoras...) y otra dialogada para la que se contó con la colaboración del, entonces poco conocido, George Cukor como asesor en la redacción de los diálogos. Este origen silente del filme se manifiesta en varios momentos de la película donde los actores gesticulan en exceso, es especialmente significativo en las escenas de batallas donde la acción está artificialmente acelarada. Pero donde es más manifiesto, es en la célebre escena de la arenga del profesor Kantorek (Arnold Lucy) compuesta sobre una yuxtaposición de primeros planos que nos muestran los muy expresivos rostros de los alumnos que manifiestan una exhaltación patriótica que no se hubiera podido ofrecer por medio de diálogos en una época tan temprana del sonoro. El montaje es de clara inspiración soviética, la mano de Kulechov está muy presente, e influyó notablemente en el director de origen ucraniano Lewis Millestone (Leib Millstein) quien realizó otra soberbia pelicula bélica en tono de comedia por el que ganó el otro oscar de su carrera "Hermanos de Armas" 1928.
Lew Ayres/Paul (Belinda 1948) está sensacional en su papel de soldado desilusionado y transformado pro la guerra, de hecho la escena final de la película, aunque no rodada con él, pero si con su personaje es de una gran belleza poetica, cuando Millestone jugando magistralemente con el fuera de campo nos muestra como una mano que pretende atrapar a una mariposa es abatida por un soldado francés.
La película tiene un gran valor, primero histórico ya que nos acerca a los primeros días de la infancia del cine sonoro y en segundo lugar nos ofrece una visión pedagogica de los horrores de la guerra y de la inutilidad de la misma para dirimir, conflictos más artificiales que reales en la mayoría de los casos.
Ni que decir tiene que los dos oscars que obtuvo en la categoría de producción y dirección son sobradamente merecidos.
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