La
película" Todas las mañanas del mundo" sin ser una obra maestra de lejos, es una buena película
si se interpreta en clave textualista y se ve como un cine no
discursivo. La belleza de los encuadres pictóricos y la expresividad
de los primeros planos del rostro de Depardieu al princpio y al final
de la película son muy notables. El otro aspecto que me gustaría destacar del film es su estructura, conformada como un
flashback homodiegético que se articula a partir de la primera
escena.
Partiendo de una fundido en negro, se nos presentan elementos de un fuera de campo; sonidos y voces de los discípulos de Marais que debaten sobre el sentido último de la música, que es el tema principal de la película. Luego se nos muestra en un primerísimo plano el rostro de un anciano Marais, fatigado y absorto en su pensamientos.
Hay un elemento llamativo en esta escena, no es la impericia al clavicordio de uno de sus discipulos, sino las equivocadas observaciones de uno de sus ayudantes sobre el sentido de la música, lo que le saca de ese estado de ensimismamiento y le lleva a relatarnos, a través de la voz en off, su particular camino iniciático en el mundo de la música a partir de la semblanza de su antiguo maestro St Colombe. La otra escena destacada es al final cuando se nos muestran los personajes y los elementos estéticos que habían formado parte del fuera de campo en la escena inicial, vemos sus rostros hieráticos ante el descubrimiento de lo sublime expresado a traves de los acordes de la viola del maestro Marais. A mi juicio esta estructura formal es el mayor y más talentoso hallazgo del director francés en una cinta, que resulta en exceso parsimoniosa y demasiado autocomplaciente en otros, pecando en exceso de esteticismo, lo que puede suscitar el hastío en el espectador no avezado en el visionado de cines poco discursivos y demasiado esteticistas, muy dependientes del influjo de la imagen (tipo Wim Wenders).
Partiendo de una fundido en negro, se nos presentan elementos de un fuera de campo; sonidos y voces de los discípulos de Marais que debaten sobre el sentido último de la música, que es el tema principal de la película. Luego se nos muestra en un primerísimo plano el rostro de un anciano Marais, fatigado y absorto en su pensamientos.
Hay un elemento llamativo en esta escena, no es la impericia al clavicordio de uno de sus discipulos, sino las equivocadas observaciones de uno de sus ayudantes sobre el sentido de la música, lo que le saca de ese estado de ensimismamiento y le lleva a relatarnos, a través de la voz en off, su particular camino iniciático en el mundo de la música a partir de la semblanza de su antiguo maestro St Colombe. La otra escena destacada es al final cuando se nos muestran los personajes y los elementos estéticos que habían formado parte del fuera de campo en la escena inicial, vemos sus rostros hieráticos ante el descubrimiento de lo sublime expresado a traves de los acordes de la viola del maestro Marais. A mi juicio esta estructura formal es el mayor y más talentoso hallazgo del director francés en una cinta, que resulta en exceso parsimoniosa y demasiado autocomplaciente en otros, pecando en exceso de esteticismo, lo que puede suscitar el hastío en el espectador no avezado en el visionado de cines poco discursivos y demasiado esteticistas, muy dependientes del influjo de la imagen (tipo Wim Wenders).