sábado, 17 de noviembre de 2012

CORTOS SECCIÓN OFICIAL SEMINCI

Me había propuesto no realizar más diatribas estériles contra el gafapastismo semincero por lo menos durante el 2012, pero dado que rara vez hablamos de cortos en esta bitácora cinépata, vamos a hacer una excepción a esta auto-censura impuesta y a realizar unas someras reflexiones sobre algunos de los cortos que pasaron por el festival. En primer lugar hay que decir que el nivel de los cortos fue mejor que el de sus hermanos mayores, los largos. En este caso no sufrimos ni de lapidaciones subvencionadas ni enfermamos de palilulismo. No obstante, no nos libramos de sufrir el visionado del equivalente a la “Quinta estación" en corto metraje. Se trata del corto "Dood Van een Schaduw” (Muerte de una sombra) de Tom Van der Maet. Los paralelismos con la "Quinta estación" son evidentes, muy bien recibida por la crítica especializada y plagio descarado de otra oscura película de terror inglesa de los 70's, en este caso se trata de “Axfisia" 1973 del director Peter Newbrook. Ambas películas se basan en la misma idea, la posibilidad de conseguir la inmortalidad fotografiando a espectros cercanos a un moribundo. Lo que en la película de Newbrook es original, atmosférico y, sobre todo, entretenido, se transforma en hastío e ininteligibilidad en el corto belga. 
Todo un ejercicio de manejo competente del programa informático para el montaje “final -cut” pero carente totalmente de genialidad. Programar estos subproductos es tristemente muy propio del certamen semincero, antiguo festival de cine, hoy trasmutado en un pesebre de lo que cierta pseudo intelectualidad denomina CULTURA. Otro cortometraje dentro de esta categoría de lo infumable, es el corto francés (aplaudido por la crítica y aborrecido con buen criterio por el público del festival) “Le pays qui n´existe pas” (El país de nunca jamás) de Cecile Ducrocq. La historia es anémica para los 18 minutos de metraje, una niña de viaje con sus papás en Disneyland París, descubre, fisgoneando el mobil de papá, que este tiene una amiguita íntima que no es mamá. A partir de ahí se acaba la historia, pues el corto se limita a mostrarnos los pataleos y el conato de huida de la preadolescente de marras. La mamá, que no parece muy perspicaz, no parece entender el mensaje, para nada subliminal, que le intenta trasmitir su hija . 

Al parecer, la directora quería contraponer el mundo infantil, manifestado en la visita a ese antro del consumismo infantil llamado Disneyland, con el complejo mundo de los adultos. En definitiva 18 minutos para convertir en anécdota trivial algo que podía haber dado para un corto mucho más interesante, si la directora guionista hubiera hecho uso de su imaginación para sugerirnos , al menos, las raíces últimas de ese drama familiar en ciernes. Justo lo que sí hace muy brillantemente el director Danés Bo Mikkelsen en el corto “Tabú”, título con reminiscencias a esa obra maestra de Murnau del mismo nombre, en donde se apuntan muy inteligentemente las disfuncionalidades que se originan en la psique de dos niñas como consecuencia de un descubrimiento demasiado temprano de la sexualidad. La película ni se adentra por senderos moralizantes, ni tampoco es esquemática u obvia, por contra se centra más en explorar las raíces psicológicas que llevan a prohibir la explicitud de lo sexual en nuestras vidas y como esta circunstancia puede contribuir a crear disfuncionalidades en nuestro entorno. El corto tiene una fotografía muy oscura y opresiva que sirve de perfecto complemento a la historia que pretende narrar.

Urás Reykjavic de Issold Uggadottir, nos habla de las consecuencias de la crisis económica en nuestra cotidianidad. En este caso personíficándolas en la vida de un empleada de banca de mediana edad islandesa que pierde su trabajo como consecuencia de la quiebra del sistema financiero de la pequeña isla atlántica. La película narra el drama del desempleo y la necesidad de mantener un estatus en esta sociedad tan hipócrita e inhumana en la que vivimos. La película lejos de optar por la demagogia propia del progresismo de salón, se adentra en las realidades tangibles de la crisis económicas, en los dramas personales sin buscar chivos expiatorios de la mezquindad humana en los mercados, los bancos u otros anatemas para la progrez mundial. El corto fue justamente premiado, sospechamos que no solo  por sus méritos cinematográficos, por parte del certamen semincero. Hacer crítica social sin caer en la demagogia, como hace Murnau en " El último·",  está al alcance de muy pocos cineastas  y esto es algo que consigue la realizadora islandesa.

“Siete minutos en el ghetto de Varsovia” de Johan Oettinger, es uno de esos productos maravillosos que te reconcilian con la industria del celulodie. Ocho minutos escasos que revindican el inmenso poder creativo de la imagen, esa que tanto contribuyó a desarrollar el maestro Murnau. Con un estética muy expresionista (un poco a lo Tim Burton) y claras influencias del checo Jiri Trnka, se nos relata un historia muy impactante basada en hechos reales. Todo el horror y el error del nazismo quedan en evidencia, en este corto de animación, sin actores pero profundamente humano.

El humor también tuvo cabida en esta sección de cortos a través de dos interesantes trabajos, uno del español Peris Romano “En plan romántico” un inteligente y divertido sketch pseudo televisivo sobre una posible paternidad sobrevenida en una relación a distancia (no todo el cine español es aburrido, casposo y políticamente tendencioso) y la preciosidad del corto musical francés “El ritmo que late en mí“ de Yann Le Quellec donde se nos relata una extraña afección de una guía turística, que le obliga a bailar cada vez que escucha una melodía. Este hecho es la excusa para hacer un descarado homenaje a la música soul de los 60's y al cine cómico francés de Jacques Tati junto con los musicales de Jacques Demy.

Para concluir este apresurado resumen de algunos de los cortos más destacados, solo restar  insistir en que no se programen tantos cortos en futuras ediciones del fandulero festival vallisoletano, pues como dice el dicho popular “Lo poco agrada y lo mucho cansa..."

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