domingo, 14 de septiembre de 2014

THE BIG KNIFE, ROBERT ALDRICH 1955

Robert Aldrich forma parte de aquel reducido grupo de cineastas, junto a los Peckinpah, Penn o Fleisher, respecto a los que la crítica cinematográfica cahierista ha mantenido una actitud ambivalente. Por un lado, sus primeras películas (“Attack”, “El beso mortal”, “Apache”) fueron muy bien recibidas en tanto que comprometidas, valientes y alejadas del estereotipo de las grandes producciones del sistema de estudios. Por otro, se consideró que paulatinamente su cine fue mermando en calidad y  haciéndose más complaciente y más comercial, especialmente en los 70's con títulos más epocales y prescindibles como “El rompehuesos” o “El rabino y el pistolero”. En definitiva, su cine se fue más alejado cada vez más de los cánones estéticos que el catecismo intelectual de la nouvelle vague  identificaba con el cine de autor. Áquel al que fue muy pronto adscrito por los Truffaut o Chabrol, quien declararía que “El beso mortal” era una de las diez mejores películas de la historia del cine sonoro americano. 

No obstante si hay una película que sirvió para elevar a los altares al realizador americano, del que se caería bien pronto, esa es sin duda “The Big Knife”. León de Plata del festival de cine de Venecia en la edición de 1955, en la que el León de oro fue a parar a Dreyer por su obra magna “Ordet”. 

“The Big Knife“ es una película basada en la obra del mismo nombre del dramaturgo Clidford Odets, uno de los dramaturgos del llamado teatro del New Deal, que suponía una apuesta por un teatro comprometido en lo social y lo político. En dicha obra se narraba la caída a los infiernos del actor ficticio Charlie Castle, juguete roto de la industria del cine, atrapado por un tiránico sistema de estudios que trataba a sus estrellas como elementos de un engranaje encaminado a la  maximización  del beneficio  económico en detrimento de la calidad artística. 

Nombres como los de Jack Warner, Harry Cohn o Louis B Mayer, entre otros, contribuyeron a hacer de Hollywood una máquina de hacer dinero, utilizando para ello todos los resortes del capitalismo sin reparar en consideraciones de orden ético o estético de ningún tipo. El gran acierto de la obra de Odets consiste en despojar a Hollywood de todo su glamour y presentarlo en toda su crudeza, haciendo uso de la dialéctica de la lucha de clases del marxismo clásico. En este aspecto es donde quizás más destaca la obra de Aldrich y se diferencia de otras películas más o menos coetáneas de esta que también presentan las miserias de Hollywood, como son “El crepúsculo de los dioses” de Billy Wilder o “Cautivos del Mal“ de Vicent Minelli. La obra de Aldrich mantiene esa lectura “conceptual” marxista sin abandonar tampoco los aspectos melodramáticos relativos a la caída en los infiernos del personaje de Carlie Castle, interpretado magníficamente por uno de los grandes villanos de la historia del cine, Jack Palance. 

La película nos habla del actor ficticio Carlie Castle “esclavo”, en el sentido más literal del término, del dueño y magnate megalómano, también ficticio Stanley Hoff, interpretado por el actor Rod Steiger. Castle, instalado en una espiral autodestructiva, quiere retomar la dirección de su carrera artística, lastrada por papeles de galán al uso de Hollywood, y optar por propuestas artísticas más arriesgadas y de mayor enjundia creativa. Sin embargo se encuentra atrapado por Hoff, quien conoce algunos secretos de su pasado que arruinarían su carrera de hacerse públicos. Por otro lado, la dependencia de Castle respecto a Hoff, no sólo arruina sus posibilidades como actor, también acaba con su matrimonio con Marion, interpretada en la película por la dama del cine negro por antonomasia Ida Lupino. Pese a que esta le ruega que rompa con Hoff, Charlie, aconsejado por su agente, decide volver a renovar su contrato con Hoff por siete años más. Castle, atrapado una vez más, ve como su universo hedonista y de auto-complacencia se convierte en un infierno del que no es posible escapar. Tan solo al final del film, tras comprobar una vez más la vileza de Hoff, decide enfrentarse con este en un intento de recobrar su dignidad perdida. La película tiene una puesta en escena muy teatral y las actuaciones están muy marcadas por el método del Actor's Studio, muy en boga en aquellos años cincuenta. Especialmente en el caso de la interpretación de Steiger, en el papel del vanidoso y tiránico Hoff,  pecando  de  una gestualidad excesiva, rayana en el paroxismo, en multitud de escenas, como la del enfrentamiento final entre Charlie Castle y Hoff. La película contiene una de las constantes típícas del cine de Aldrich, como es la reivindicación del antihéroe que se “redime” enfrentándose a estructuras de poder que lo superan, de forma que sólo la autoinmolación final consigue devolver a sus personajes algo de la dignidad perdida. En el caso de la película que nos ocupa, el suicidio final de Castle, magníficamente narrado en un fuera de campo verdaderamente espeluznante, supone uno de los ejemplos más claros de esta reivindicación del héroe caído. 

"The Big Knife” es una película muy cruda, desgarradora por momentos y llena de desesperanza pero también muy reivindicable en tiempos como los actuales, donde el cine de más amplia difusión se está convirtiendo cada vez más en un producto de consumo , sin mayores pretensiones estéticas ni éticas.


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