lunes, 1 de abril de 2013

ARGO, BEN AFFLECK 2012


Canadá es muchas cosas para los estadounidenses, es el vecino del norte, el país de los renos, el país que proporciona el 80 % de los jugadores de la liga profesional de hockey sobre hielo,  el país a donde los jóvenes reclutas objetores de la guerra de Vietnam huían, es el país de las chicas bonitas por antonomasia...y también fue el país que resolvió un desaguisado diplomático de primera magnitud a la administración del presidente Carter en 1980.  A finales de los 70, los ayatolas expulsan al Sha Reza Palevi de Irán e inician una revolución encaminada a convertir al antiguo imperio persa en una teocracia medieval. En este contexto revolucionario, los nuevos guardianes del ayatolah Jomeini asaltan la embajada norteamericana tomando como rehenes a varios diplomáticos americanos. No todos fueron apresados, algunos lograron escapar y buscar asilo en embajadas de otros países occidentales como Reino Unido, Nueva Zelanda o la anteriormente mencionada Commonwealth of Canada. Esta historia, basada en un best seller "The master of disguise" escrita por Tony Mendez (a la sazón antiguo miembro de la CIA encargado de la operación de rescate conocida como "Argo"), es la que (con muchas licencias históricas) se cuenta en la película dirigida por el polifacético Ben Affleck.
La película tiene dos partes diferenciadas, la primera es mucho más ajustada a los hechos reales y nos cuenta los primeros días de la revolución de los ayahtolas y la crisis de los rehenes en la embajada americana. Insertando imágenes reales de archivo y de época, se nos muestra toda la crudeza del proceso histórico en marcha en Irán. La película adopta una posición crítica con la actitud americana de apoyo al sanguinario dictador el Sha Reza Palevi y se muestra inmisericorde con la falta de previsión y el caos organizativo de la CIA americana, incapaz de prever los hechos que se iban a producir e incapaz también de sacar del país a su personal diplomático, algo que contrasta con el papel cuasi infalible que tiene la agencia americana en otras películas como "El ultimátum de Bourne"  de Paul Greengrass. En este primer tramo el montaje  es claramente sincopado, formando pequeños fragmentos que a modo de pinceladas nos ponen en contexto de los hechos. La reconstrucción histórica es muy fidedigna y la caracterización de los personajes es notable. Ben Affleck trasmite la sobriedad y profesionalidad del personaje real del agente Tony Méndez, encargado de la imposible  misión del rescate. Sin embargo, el personaje del embajador canadiense Ken Taylor (Victor Garber) está muy poco perfilado, cuando en la realidad fue quien pergeñó al detalle el plan y el engaño al que fueron inducidas las autoridades iraníes. 

La idea de simular una localización de exteriores para una película de sci-fi, de las muchas surgidas al rebufo del éxito de Stars Wars, puede parecernos descabellada o nada plausible, pero fue real. Ahí reside otro de los aciertos de la película, el mostrarnos, con bastante sarcasmo por cierto, los entresijos de la producción de una película made in Hollywood, a través de los papeles  del director artístico John Chambers (John Goodman ) y el productor Lester Siegel (Alan Arkin).  La historia del apoyo de Hollywood a las políticas norteamericanas viene de muy atrás.  En 1917, cuando Estados Unidos se unió a la Primera Guerra Mundial, la comisión de información pública (CPI) del presidente Woodrow Wilson consiguió la colaboración de la industria del cine para realizar películas formativas y de apoyo "a la causa". George Creel, presidente del CPI sostenía que las películas eran cruciales para "trasladar el espíritu del americanismo a cada rincón del planeta". Esta idea se apunta en la película, con una industria entregada a la causa de resolver un incidente muy incómodo para la administración Carter, acusada de incompetente y en exceso apaciguadora. 

La película también exalta la idea de la "diplomacia inteligente" vs " el militarismo imperialista" como modelo de la política exterior americana, no es casual que el oscar a la mejor película del 2012 fuera entregado por la esposa del primer mandatario actual de la Casa Blanca, un acérrimo defensor de la diplomacia, en vez de los ataques preventivos que caracterizaron a anteriores presidentes de los Estados Unidos.

La segunda parte es claramente una pura y llana película de acción donde el fiel reflejo de los hechos deja paso a la fabulación narrativa, muy del gusto del espectador medio americano. Sobre la base del montaje paralelo y la idea del "rescate en el último momento" hallazgos de los pioneros del cine americano como Porter o Griffith, la película nos relata las peripecias del falso equipo de rodaje al mando de Tony Méndez para salir del país. Esta parte es la más tramposa y la que más concesiones tiene al cine como mero espectáculo y la que posiblemente más iras haya despertado entre los seguidores del régimen tiránico iraní. Casi todo resulta inverosímil y demasiado forzado, en un intento demasiado descarado de incrementar los méritos de la administración americana, en un acción cuyo éxito se debió exclusivamente  a la inteligencia y el savoir faire del diplomático canadiense Ken Taylor. Para mayor desgracia de la CIA, no hubo persecuciones de aviones en despegue, ni diplomáticos americanos que hablan el farsi mejor que un nativo. Solo sentido común canadiense y ciertas dosis de suerte también. Como en las series mundiales de beisbol del año 92, ganadas por los Toronto Blue Jays,  hubo más trabajo que épica.

La película premiada por la academia y por el favor del espectador, no pasa de un entretenimiento pasajero, con buena factura técnica y ciertas dosis de humor negro pero que en ningún caso pasará a los anales de la historia del cine como un producto artístico destinado a ocupar un lugar privilegiado en la fábrica de los sueños que es el cine.

 
Dedicado a DIANA

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