domingo, 4 de mayo de 2014

ROBERT WISE: UN CINEASTA PARA TODOS LOS GÉNEROS (I)

Robert Wise (1914-2005) es un director de películas muy famosas y reconocidas para el gran público (“Sonrisas y lágrimas”, “ West Side Story “, “El Yang Tse en llamas”, “Ultimátum a la Tierra”, “Star Trek: la película”...) , sin embargo muy pocos son los que asociarían su nombre al de los más grandes como Orson Welles, John Ford, Howard Hawks,Chaplin, Scorsese etc... Ello es debido en buena parte al gran desconocimiento que existe sobre su obra, que abarca casi la totalidad de los géneros cinematográficos y que se extiende durante cuatro décadas: desde sus modestos comienzos en la RKO, de la mano de su maestro Val Lewton, hasta la dirección de grandes superproducciones en los 60's y los 70's.
Tampoco Wise ha gozado del beneplácito de la crítica, especialmente la francesa, que desde sus orígenes cahieristas etiquetó su cine como carente de personalidad, excesivamente comercial y poco arriesgado, en un momento en que se estaba desarrollando la modernidad cinematográfica, expresada a través de los nuevos cines europeos, dentro de los cuales la Nouvelle Vague se constituía en paradigma del denominado cine de autor. Dicho cine exigía un pleno control por parte del director del resultado de su obra, incompatible con la costumbre de los grandes estudios hollywodienses de negar el final cut al director. Dicho cine exigía también que cada película revelara una personal y particular visión del mundo por parte de su autor. Cada cineasta  debía ofrecer un ideologismo coyuntural y elitista para ser catalogado de verdadero creador. El cine debía entenderse según las particulares convenciones de los Resnais (muy influido por las filosofías postestruturalistas) o los Goddard  (con su peculiar visión del Maoísmo). Como las películas de Wise no tenían “mensaje”, o si lo tenían,  éste resultaba demasiado obvio   y era expresado de manera  poco esotérica como para confiar su exégesis a los arcanos-críticos, verdaderos custodios de las esencias del cineasta en cuestión.

A causa de esto se generalizó la idea, perdurable en buena parte de la crítica actual, de que Robert Wise era un cineasta competente en lo técnico, muy prolífico, bien relacionado con la industria, poco rebelde y sólo epidérmicamente comprometido con la realidad de su tiempo. Wise en expresión de estos críticos sería un artesano. El origen de esta diferenciación residiría en último término en otra mucho más antigua, la que se establece  entre “tekne y episteme”, propia la filosofía griega, y que alude a la diferencia entre un saber orientado a la producción de un resultado concreto, esto es un saber meramente instrumental y meramente empírico, frente a un saber meramente contemplativo y abstracto. En definitiva, se trataría de llevar dicha distinción al ámbito cinematográfico para distinguir entre verdaderos cineastas, más orientados a la dignificación del cine como verdadero arte, frente a los meros directores, que como artesanos, se dedicarían a la producción de películas como objetos de consumo masivo.

A mi juicio, se trata de una polémica caduca, propia de un momento temporal determinado, fruto del “divismo” de ciertos directores, los de la “nouvelle vague” que hicieron una personal interpretación de la historia del cine. Fuera de dichas coordenadas temporales, la distinción carece de todo valor.

Incluso aceptando que Wise no pertenece a la modernidad cinematográfica, sino que su cine pertenece mayoritariamente a lo que Noel Burch llama el MRI (Modo de Representación Institucional), su cine presenta unas características propias que lo diferencian y lo singularizan claramente.

La diversidad de géneros en Wise, (melodrama, western, cine bélico, terror y fantástico, épico, comedia, musical, ciencia ficción, cine negro...) más que obedecer a una falta de personalidad creativa o a exigencias de la propia industria del cine, reflejaría un gran competencia técnica,  frente a  aquellos cineastas orientados a un determinado tipo de cine (Douglas Sirk, Budd Boetticher o Sam Peckipah...), incapaces de trascender su propio ámbito especializado.

Ciertamente Wise no llegó a dominar los códigos y convenciones propias de cada uno de ellos, tampoco, salvo en el caso del musical o la ciencia ficción, logró re-inventar ninguno de ellos. Sin embargo en todos se desenvolvió con solvencia, fruto de su  aprendizaje como montador en la RKO.

Otra característica del cine de Wise es haber creado escuela. Un director como Steve Spielberg reconoce su deuda de gratitud hacia el de Indiana y sitúa  a “Ultimátum a la Tierra” como de una las referencias obligadas para la creación de su gran éxito "E.T" . Si vemos las dos películas, los paralelismos son claros, alienígenas objeto de persecución y la utilización de niños como metáforas de una nueva humanidad, menos agresiva y territorial. Tampoco el cine boxeo, con obras cumbre como “Fat City” de John Houston o “Toro Salvaje” de Martin Scorsese,  se podría  entender sin el magisterio de Wise , a través de dos películas capitales en el cine de boxeo como son “ The set up” o “ Marcado por el odio”.

Como hemos dicho el cine de Wise no es un cine conceptualista, abstracto o especialmente discursivo , sin embargo no es cierto que su cine no tenga “mensaje” o no esté comprometido con la realidad de su tiempo. De hecho,  una de las características de sus películas es su mirada, nada complaciente, con algunos de los temas de más candente actualidad en la sociedad americana, de hecho su visión sobre muchos de ellos, especialmente en lo formal (la manera de contar el “conflicto”) es marcadamente periodística. Wise siempre fue un periodista frustrado y la denuncia de muchos de los males de la sociedad americana de su tiempo (racismo, el papel de la mujer, la corrupción, la delincuencia, la guerra de Vietnam, la pena de muerte etc ...) se realiza de una manera eminentemente periodística. Ya sea por que los periodistas están muy presentes en su cine, véase el protagonismo de su gran obra de film noit, “La ciudad cautiva” o el papel de la prensa, como generadora de discursos de verdad y culpabilidad en el sentido más foucaultiano en “Quiero vivir” o bien en la manera en que la historia es narrada, en claro formato periodístico como son los casos de su film épico en la línea del cine de desastres, tan en boga en los 70's, “Hindenburg” o en el biopic sobre la actriz y bailarina inglesa Gertrud Lawrence en “Star”.

Wise fue también capaz de trascender los códigos genéticos de muchos de los géneros cinematográficos para incorporar precisamente ese tono de denuncia. Esto es especialmente claro en su obra maestra “Ultimátum a la Tierra”,  de muchas lecturas, donde los esquemas de la ciencia ficción son alterados, con una ambientación muy naturalista y realista, para precisamente denunciar las raíces del racismo en el miedo a lo  desconocido. Wise también utilizará el western en “Entre dos juramentos” para realizar una desgarradora mirada sobre las raíces del racismo en la sociedad americana, a partir de hechos reales acaecidos en 1864, cuando un grupo de soldados confederados se debaten entre la lealtad a su causa y el deber de servir bajo bandera de la unión.

Se suele argumentar que Wise no merece un lugar destacado en la historia del cine, porque a diferencia de Murnau, Ford, Hawks, Hitchcock o Welles no hizo avanzar el cine, ni en lo temático o conceptual ni tampoco en lo formal. Es cierto que Wise no hizo el uso magistral y verdaderamente revolucionario de la profundidad de campo como el maestro del suspense o Welles, ni el desarrollo narrativo de sus películas es tan osado como en este último. Incluso se podría atribuir una buena parte de la competencia técnica al magisterio del de Wisconsin o al del mismo Val Lewton. Sin embargo en el ámbito del arte y del pensamiento, como muy bien señalara el pensador Gilles Deleuze, no se debe proceder según clasificaciones genético-evolutivas, de forma que veamos a cada artista como una superación de su anterior en una especie de línea de progreso hacia el infinito. De hecho Deleuze decía a propósito del pintor Bacon que “cada pintor resume a su manera la historia de la pintura..” en su obra Francis Bacon la lógica de la sensación. Así, cada artista, cada cineasta estaría en la búsqueda de reinterpretar aquello que lo precede, dándole con ello un sentido enteramente nuevo. Esto es lo que consigue, a mi juicio, Wise con el magisterio recibido por sus maestros Welles y Val Lewton.

Un aspecto que, a mi juicio, no se ha destacado normalmente a la hora de hablar de Wise como cineasta es el papel que desempeña la ciudad de Nueva York como escenario perfecto en el que muchas de sus historias están contadas. Incluso en algunas de las consideradas como obras menores del autor, tipo “Cualquier día , en cualquier esquina” o “Encuentro en Marrakech”. Normalmente, cuando se habla de Nueva York en el cine son los nombres de Scorsese o Woody Allen los que nos vienen a la cabeza. Sin embargo el paisaje impersonal, a veces amenazante, a veces desvencijado, otras majestuoso de la skyline neo-yorkina es el perfecto reflejo de muchos de los conflictos dramáticos que aparecen en el cine de Wise. Ya sea el conflicto racial en “West side story, el vacio existencial de los personajes en “Cualquier día en cualquier esquina”, la sordidez y la desesperanza en “Apuestas contra el mañana” o la incertidumbre vital en el final de “Encuentro en Marrakech”.

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