Margarett Von Trotta retoma la senda
del biopic con esta nueva cinta “Hanna Arendt” presentada a
concurso en la 57 edición del Festival internacional de Cine de
Valladolid. Ya en anteriores ocasiones (Roxa Luxemburgo 1986,
Hildegard Von Bigen 2009) la cineasta berlinesa se había acercado a
algunos de lo más destacados referentes femeninos de la
intelectualidad alemana, en este caso la elegida es la filósofa y
politóloga Hanna Arendt, discipula dilecta de Martin Heidegger en
la universidad de Marburgo a principios de la década de los 20 del
pasado siglo. La película no constituye ni una hagiografia de un
intelectual un tanto contradictorio (de apasionada sionista a
crítica del papel de estado de Israel, de marxista devenida a
liberal convencida a partir de su exilio norteamericano) ni tampoco
un recorrido existencial por sus múltiples peripecias personales (desencuentros con Jaspers, romance y matrimonio con el autodidacta
Heinrich Blucher, amor platónico y posterior desengaño con el
antiguo maestro Heidegger...).
La película se centra por contra en
un episodio de la vida de la autora del libro “Los orígenes del
totalitarismo”, el de su controvertido papel como corresponsal del
magazine New Yorker durante el juicio al nazi Adolf Eichmann en
Jerusalem que daría como resultado la publicación de una serie de
artículos periodísticos, recopilados en un libro “Eichmann en
Jerusalem, un estudio sobre la banalidad del mal” 1963. La película
se centra en esos hechos de tan vital trascendencia en la vida de
Hannah, tanto en el aspecto intelectual ya que constituyen el
comienzo de una honda reflexión filosófica sobre el problema del
mal en general (objeto de preocupación de la filosofía desde los
tiempos de Socrates, pasando por San Agustín, Leibniz, Hume o la
misma Arendt). Frente a posiciones clásicas que ven en el mal una
negación del bien, es decir, una transgresión de un código moral,
Arendt va a buscar lo constitutivo del mal en una ausencia de
racionalidad. Según su tesis clásica, cuando en una sociedad se
instala el totalitarismo en su sentido más extremo, se produce una
mutación en el adn moral de los individuos ya que éstos renuncian
a su esencial racional ( es decir a pensar por si mismos en qué
está bien y qué no lo está). Es lo que Hannah arendt llamará la
banalización del mal, que es a su juicio lo que ocurrió en alemania
con multitud de personajes mezquinos, grises funcionarios como
Eichmann , perfectos burócratas de un régimen de terror que han
renunciado a “ dialogar con su alma racional”, parafraseando la
brillante frase que Arendt profiere en una de las mejores escenas
de la película cuando en frente de una abarrotada clase la
cuestionada profesora sale al paso de las críticas que la acusan de
complacencia con los horrores del nazismo.
La película lejos de plantear un
aburrido y sesudo debate de tintes intelectualistas sobre los
origenes del mal, nos presenta con gran brillantez y claridad como
se suscita en la vida de Hannah Arendt esta cuestión. Por un lado
la ocasión de presenciar las sesiones del juicio de Eichmann,
permiten a Hannah acercarse a un hombre, Adolf Eichman, que lejos de
ser ese monstruo encarnado y antisemita convencido que quiere
presentar la acusación y el gobierno isaraelí , es en realidad un
hombre de inteligencia media, eficiente y cartesiano en realizar lo
que sus superiores le ordenan sin cuestionarse nunca la inmoralidad
de lo que hace. Este “descubrimiento” con la consecuente
publicación de sus reflexiones post proceso (algunas relativas a un
cierto colaboracionismo con los nazis de los consejos judios en
alemania) van a convulsionar enormemente la vida de Hannah Arendt en
forma de pérdida de amistades (por ejemplo perderá para siempre la
amistad de Kurt Blummefeld antiguo compañero en el sionismo) y el
desprecio académico de muchos de sus colegas en la universidad de
Chicago y el instituto de estudios sociales de Nueva York.
Resulta muy interesante y revelador
también, el acercamiento que la película hace en forma de
flash-backs de la relación pasada de Arendt con su mentor Heidegger,
en la película se apunta con mucha inteligencia que la deriva
nacionalsocialista del de Baden tiene mucho que ver con esa negación
de sus propia antropología del dasein como ente racional.
Desde el punto de vista formal la
pelicula es de una notable factura, se trata de la primera película
en formato digital de la cineasta de la escuela de Oberhausen,
destaca por sus planos largos y sostenidos por una muy brillante
Barbara Sukowa (habitual en los filmes de Von Trotta) que encuentra
un perfecto contrapunto dramático en la actuación de Axel Milberg
en el papel del compañero de Arendt, Heinrich Blucher.
En definitiva podemos concluir que se
trata de una película que no dejará indiferente a nadie que se
acerque a la misma, por un lado puede ser una buena ocasión para
acercarse al pensamiento de Arendt y sobre todo un ocasión para
reflexionar sobre las causas del mal en nuestras sociedades.
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