Vamos a reseñar la película ganadora
de la espiga de oro de la Seminci del 2012. La película es según su
director un intento de comprender en la línea diltheyana las
motivaciones que pueden llevar a unos jóvenes marroquíes a
inmolarse en unos atentados suicidas como los tristemente ocurridos
en Casablanca en 2003.
Que la película haya sido premiada no debe
sorprendernos pues asume uno por uno los dogmas de la explicación
sociológica “dominante” del fenómeno del terrorismo
islamista o islámico según seamos o no “adeptos” a la doctrina
de la alianza de las civilizaciones. Según esta visión dominante,
el terrorismo de signo yihadista es hijo de una doble confluencia;
marginalidad y adoctrinamiento. Es sobre la base de estos dos
postulados sobre los que se construye la historia de dos hermanos,
Yachine y Hamid, quienes sufren una transformación que les lleva a
pasar de ser unos de jóvenes marginales de una barriada de Casablanca ( Sidi Moumen) a convertirse en mártires salafistas
dispuestos a inmolarse como bombas humanas para luchar contra el
pecaminoso occidente.
La película tiene dos partes diferenciadas, la primera nos relata como es la vida marginal y miserable de esta barriada de Casablanca a mediados de los 90's donde impera un clima de desesperanza que aboca a los jóvenes marroquíes hacia la delincuencia o la mera subistencia en unas condiciones socio-laborales muy difíciles. En este contexto aparecen representadas ambas posibilidades existenciales en los dos personajes encarnados por Yachine y Hamid. Uno, Yachine, malvive y trapichea como mecánico y proyecta sus sueños y aspiraciones en el fútbol. El otro, Hamid, es un delincuente de poca monta que vive de pequeños hurtos y extorsiones. Ambos habitan un hogar desestructurado con un padre depresivo y ausente y una madre dominante. Son personajes abocados inexorablemente al fracaso.
Hasta
aquí la película es brillante aunque un tanto tediosa al abusar de
planos generales que muestran lo abigarrado y caótico del ghetto
social de Sidi Moumen. La segunda parte es la menos conseguida
guionísticamente hablando aunque es la más efectista y la que ha “ganado”
al sector más políticamente correcto del jurado seguramente. Hamid
es detenido por la policía después de una redada en su barrio y se
pasa dos años en la cárcel. Se produce una elipsis inexplicable en
la narración y de repente aparece convertido en un salafista (fundamentalista religioso) que llega a Sidi Moumen acompañado de una
troupé de clérigos, mouyahides y demás proto-terroristas
dispuestos por un lado a instaurar una teocracia en el barrio y por
otro lado a reclutar a un buen puñado de jóvenes desencantados para
luchar contra el infiel occidente. Yachine y sus amigos son
recultados gracias a la colaboración de estos “buenos“
musulmanes a cambio de la ocultación de un crimen que estos se ven obligados a
cometer.
La transformación de Yachine en un fundamentalista
convencido es muy forzada apenas resultando creíble en el film.
Contrasta poderosamente esta súbita aceptación de esta nueva visión
del mundo, con el extenso metraje que el director había dedicado a
la primera parte del film. La idea del adoctrinamiento de unos
jóvenes carentes de autoestima y desplazados socialmente requería
de mayor metraje y menos tópicos sacados del típico documental al
uso sobre los campos de entrenamiento de Al Qaeda.
Otro gran fallo
del guión es la falla existencial que se produce entre los dos hermanos. A medida
que Yachine se hace más salafista, Hamid experimenta el proceso
contrario de una forma poco creíble. Parecen apuntarse celos por la
buena acogida que ha recibido el “pecador “ de su hermano que Hamid no parece encajar demasiado bien. No es menos cierto que esa rivalidad entre ambos siempre ha existido y no
resultan nada claras las motivaciones iniciales de Hamid a la hora de reclutar a
un hermano con el que no tiene demasiada sintonía.
Las dudas de
Hamid aumentan cuando es confiado al grupo la preparación de un gran
atentado en Casablanca. Quizás esta sea la mejor parte del filme
pues es muy minuciosa en la descripción del proceso psicológico que
usan estas células terroristas para infundir el “valor” o la
“locura “ necesaria para llevar a cabo este tipo de actos que
van desde videos que incitan al odio contra occidente, promesas de
una mejor vida en un paraíso (muy terrenal por cierto) y sobre
todo la creación de una mitificación del martirio que resulta
muy eficaz en personas de poca autoestima.
Concluyendo podemos decir que la
película tiene una temática interesante pero que es muy previsible
en su desarrollo y es un tanto tediosa (sobre todo la primera parte) lo que nos lleva a concluir que quizás no debería haberse llevado el galardón más importante del
festival habiendo películas de factura más notable a concurso.
Queremos pensar que la decisión de otorgar a Marruecos el próximo
ciclo de país invitado no haya pesado en el jurado a la hora de
valorar el premio ni tampoco el seguir los cantos de sirena de lo
políticamente correcto aunque a tenor del palmarés presentado nos
tememos lo peor.
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